Somos una sociedad
indolente, sumamente crítica con los demás, polarizada y arrogante
Interesante escuchar y leer reacciones a las declaraciones de un grupo
de empresarios por el apoyo económico otorgado para cubrir los gastos
de fiscales en las mesas
electorales como representantes del FCN. Algunos se centraron en
cuestionar la valentía de reconocer públicamente
errores cometidos, otros se
despacharon con los habituales y viscerales descréditos a la clase empresarial. Nada fuera del ambiente permanentemente
polarizado, entre otros,
con quienes tienen éxito en
este país.
El valor exige de situaciones críticas para demostrarlo. Es
una virtud que para practicarla debe contraponerse al miedo, a la ansiedad, al temor …, y para ello es
preciso que concurran circunstancias
extremas o especiales que
permitan establecer la confrontación.
La valentía sale a relucir en momentos y situaciones especiales -como los que vivimos- que no siempre generamos nosotros mismos.
Conviene recordar -y resaltar- que el empresario tradicional
de este país financia únicamente, según informe de CICIG, el 25% del total de los aportes a las campañas electorales. El otro 75% se
distribuye entre el crimen organizado, el narcotráfico y robos de diferentes formas que los
políticos hacen de las arcas públicas. Por tanto, que ocho empresarios hayan salido
a pedir disculpas públicamente
es un auténtico e indiscutible acto de valentía, y de asunción de responsabilidad.
Somos una
sociedad indolente, sumamente crítica con los demás, polarizada y arrogante. Con baja participación electoral, elegimos a nuestros gobernantes y soñamos que un día llegará alguien que “nos salvará” de
nuestra propia apatía o vemos, con absoluto desprecio y
desdén, a quienes invierten y arriesgan su dinero para crear puestos de trabajo,
mientras, “felices” en nuestras miserias, nos declaramos mejores que todos los demás ¿De
verdad cree usted que aún teniendo un presidente modelo, un auténtico líder honesto, capaz y honrado, vamos a dejar de seguir
en la economía informal o incluir facturas inapropiadas en nuestra declaración de
impuestos? ¿Qué ya no parquearemos más en línea roja o en
reservados para
minusválidos? ¿Qué dejaremos de ser machistas y agresores? ¿Qué no seremos
groseros ni insultaremos o que se reducirá la violencia
criminal que asola el país? ¿Qué no discriminaremos y dejaremos a un lado
el racismo? ¿Qué dejaremos de comprar productos de contrabando?…
La verdad es que nos
negamos a asumir la responsabilidad de actuar
éticamente y, con una teoría de espejo,
reflejamos nuestra propia frustración en "el otro". El empresario exitoso confronta nuestro fracaso; el rico refleja el espíritu apocado del que no nos liberamos; el exitoso por su
osadía y atrevimiento, deja ver nuestra indecisión; el emprendedor provoca
rechazo y certifica la imperturbable comodidad de nuestra zona de confort; al extranjero se le
censura con nacionalismo excluyente, para evitar que destaque y ponga en evidencia los
años perdidos; el político
hace aflorar de nuestro interior la avaricia silenciosa pero
deseada. Y es que sin ser conscientes hacemos más de una
catarsis al día, lo que nos frustra enormemente.
¿Cree usted que un buen presidente, un buen político, un buen empresario, hará que usted cambie y no robe, abuse, engañe, tome ventaja o sea ético y honesto? La teoría
del espejo nos confronta permanentemente con nosotros mismos y reflejamos en “el otro”, al más
puro estilo de las novelas de Octavio Paz, frustraciones, descalificaciones, enojo,
ignorancia y desesperanza.
Es
momento de tender puentes, salvo
que prefiera seguir esperando al “salvador” que nunca llegará. La situación es complicada pero
oportuna, y requiere de la concurrencia de todos. Cambiemos, pero comencemos por nosotros mismos y construyamos un mejor futuro que el presente que hemos
construido. Aceptemos el reto. Dejemos el espejo a
un lado; también las
excusas y el rencor.