La juventud emerge y
otras organizaciones exigen sus espacios
El paro
nacional terminó en manifestación multitudinaria
perfectamente organizada y ejecutada. No se pareció a aquellas otras verdaderamente espontáneas de 2015 ni en la convocatoria ni
mucho menos en los efectos residuales posteriores. Se diluyó con igual
intensidad a como se activó, lo que denota esa
“ausencia” de naturalidad y
resalta la “planificación y conducción” de la misma.
Se escucharon más voces y se vieron más
organizaciones -algunas de cuestionada legitimidad- y tanto asistentes como no participantes en el evento, empujaron un lema que algunos no compartieron: no a la
corrupción.
Superado
el “calentón” ciudadano, producto de una clase política mafiosa y deleznable,
quedan deberes por hacer. Similar indignación ocurrió en 1993 y 2015 y por
falta de acciones adecuadas se repite, lo que denota la necesidad de atajar definitivamente a los
sinvergüenzas. Como lo
perfecto suele ser enemigo de lo bueno hay que proponer soluciones posibles. Algunos reclaman -con razón-
la dimisión de los
diputados que aprobaron los nefastos
decretos, luego “desaprobados”. Sin embargo, no dicen
que hacer con los que se ausentaron de la sesión ni muchos menos toman en
cuenta que el perfil de la mayoría de los suplentes es tan poco brillante
-además de faltos de
honorabilidad- como el de
los sujetos de sustitución, amén de otros problemas que se suscitarían por integrarse como
independientes al haberse suspendido partidos como el PP y LIDER. Otros -junto
con los anteriores o independientemente- reclaman la dimisión del Presidente
pero a su vez objetan la llegada del Vicepresidente y
manifiestan incertidumbre
sobre quienes serían nombrados para relevar a ambos. Incógnitas que dan vida al dicho: el remedio puede ser peor que la enfermedad.
De esa
cuenta, es mejor tomarse un
tiempo de reflexión para entender que es “lo posible”
y eso puede pasar por exigir -o forzar- la dimisión de diputados señalados por
la justicia, con procesos abiertos y/o los jefes de bancada que son quienes
aprobaron y alentaron los hechos que se critican,
aunque el mensaje desde el Congreso parece ser: ¡aquí
no ha pasado nada!, sigamos en lo nuestro ¡Grave error! Además, habrá que
convocar a un diálogo para determinar la hoja de ruta pertinente que pasa por aprobar, al menos,
cuatro leyes fundamentales: LEPP, servicio civil,
reforma a la justicia y compra y contrataciones. Sin las dos primeras es
imposible construir un sistema político eficaz porque la inexistente
burocracia profesional deja espacios infinitos para el mercantilismo, la corrupción y el
favoritismo, dominado y utilizado
por sindicatos, políticos y
mafiosos; la falta de reglas claras, una cancha en la
que juegan con total impunidad.
¿Quiénes convocarán y se sentarán en la mesa? Esa es la
pregunta del millón sin
respuesta. Han aparecido nuevos actores, la dinámica es otra, la juventud emerge y ciertas organizaciones exigen espacios. Quizá haya que acudir a “notables” que supervisen
el proceso, propongan acuerdos mínimos o establezcan
objetivos. Y mientras se
piensa en el reto que representa esta grave crisis, el Presidente elige, equivocadamente, "tirar p'alante" y hacer del suicido
político su única salida ¡Lástima!
Es preciso utilizar cirugía invasiva para acabar con las viejas
prácticas, salir de los desgastados y corruptos políticos, dejar a un lado el sistema patrimonialista
y depredador y dar un salto adelante con prudencia y sin miedo. Puede que sea la última oportunidad, no caben viejas fórmulas y todos, sin excepción, tenemos
que construir y adaptarnos
al modelo por venir, o fenecer por incapacidad de acomodo a los tiempos que
se avecinan. No nos engañemos y creamos que podemos seguir como antes.