“Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no
por encima de ella”
La
división de poderes es un principio observado meticulosamente en regímenes
democráticos. De hecho, es uno de los pilares sustentadores de la democracia
liberal y se contrapone con los absolutismos monárquicos europeos de pasados
siglos. Sin embargo, ese engendro denominado “socialismo del siglo XXI”
conserva el viejo y rancio hedor que caracterizó al del siglo pasado: autoritarismo
y criminalidad estatizada. Aquellos
comunistas-socialistas que querían repartir el mundo entre “todos”, demostraron
que realmente ambicionaban quedárselo
para ellos. Ejemplos sobran: Unión Soviética, Cuba, Corea del Norte y otros.
Estos de ahora -modernos y sofisticados- siguen idénticos pasos, aunque
cambiaron algunas cosas que no eran vendibles. El presidente Maduro se eroga
todos los poderes bajo una ley habilitante (el primero que la empleó fue
Hitler) para ejercer de facto como dictadorzuelo bananero, siguiendo los
principios comunistas-socialistas tradicionales. Son maestros en señalar a
otros como dictadores, relacionando militarismo con derecha y endosando
cualquier movimiento de fusiles a determinada ideología. No obstante, ellos,
los socialistas, lucen uniformes, les encantan ser llamados comandantes -cinco
estrellas, por el lujo de que gustan- y hasta son dirigidos por militares
profesionales, como lo fue Chávez. Cuando llegan al poder (Castro, Stalin,
Lenin, -el nacionalsocialista- Hitler, Chávez, Ortega y otros) se perpetúan -o
lo pretenden- y asesinan a Montesquieu, cooptando todos los poderes y
gobernando ad eternum sobre premisas prefabricadas de principios
revolucionarios, clamor popular o majaderías similares que disimulan la vocación
autoritaria que poseen. La cobarde “comunidad internacional”, clubes de
vividores de ciertos organismos internacionales e incluso iglesias, se asocian
con ellos o silencian vilmente robos y crímenes que difunden medios de
comunicación y a lo sumo hacen encriptadas declaraciones mientras esconden la
cabeza cual avestruces, huyendo del compromiso y del deber moral de confrontar
las dictaduras. Evidencian la parte dura de la realpolitic y confirman
aquello de que en política no hay amigos sino intereses. Mientras tanto, miles
o millones de personas son perseguidas, asesinadas, robadas, expoliadas,
maltratadas y siempre desposeídas de los más elementales derechos que dicen
defender en foros sobre Derechos Humanos, con ONG,s sufragadas y vendidas como
“organizaciones” aunque realmente integradas por una sola persona. Son
asesinos evolucionados en la medida que
las armas no pueden sustentar más su actuar.
Columnistas,
escritores o “intelectuales” defensores (as) de ese chiquero, adaptan su
discurso al momento, aunque siempre emergen las tradicionales referencias al
imperialismo, a la oligarquía o al necesario papel del Estado frente al mercado
y otras estupideces ¡No han cambiado mucho!, y no lo harán porque carecen de
argumentos y la historia constata el palmario fracaso que supuso el deseo de
planificar a los demás y tomar decisiones anulando a individuos libre.
Desconocemos o ignoramos, por dejadez,
el fiasco que supuso la Unión Soviética y los millones de rusos asesinados;
aceptamos pasivamente que los criminales Castro opriman a millones de nobles
cubanos; poco sabemos de Corea del Norte; comentamos en redes sociales las
majaderías del caprichoso y lelo de Maduro; leemos pacientemente como el
violador Ortega pretende perpetuarse o asistimos al agonizante final del
binomio Xiomara-Maduro en Honduras. Pareciera que este mundo no es con
nosotros, hasta que llegue otro majadero (y sus secuaces) que nos hagan
lamentar por años no habernos preocupado por ello. El silencio es siempre el
primer paso a la esclavitud.