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lunes, 18 de febrero de 2013

Hablemos de tibieza


Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás (Faulkner)

No soporto a los tibios. Los aborrezco, y no es visceral el rechazo, más bien racional y meditado. No tolero a quienes son incapaces -siquiera- de ver la vida en blanco y negro, e ignorando el amplio espectro de mágicos colores, se refugian en un gris indefinido, obscuro, fosco y maloliente que rememora los días de lluvia, de niebla, de melancolía, todos funestos y deprimentes. Tibios de alma, de corazón y de mente que buscan afanosamente la forma de sonreír hipócritamente a quienes los confrontan, pero que carecen del valor suficiente para expresar, real y sinceramente, lo que sienten. Tibios anónimos que necesitan de una tétrica máscara -seguramente gris- que los oculte y ensombrezca, y que se proyectan por medio de una inexistente foto o de alguna imagen ficticia o grotesca, para decir simplezas o expresar argumentos que no se sostendrían en la claridad diáfana de la presencia real y directa.
Dios, mucho más "sabio" que todos ellos -y que yo- los relegó en el Apocalipsis: "a los tibios los vomitare de mi boca". O frío o caliente. No gustó el Creador de medias tintas en el comportamiento ético, pero tampoco en el resto de la acción humana. Muchos sujetos, ¡demasiados quizá!, no lo entienden. Políticos de ideología abstracta que cambian de partido, y consecuentemente de valores y principios, con descarada tibieza "política", generalmente sucia e interesada. Oenegistas que recogen migajas de Maná en forma de centavos de dólar como aquel sabio de Calderón y que difunden cualquier teoría absurda, predica pactada o discurso manipulado, sin importar la verdad de fondo, pero enfatizando en la tibieza de la forma. Juristas que se prestan -¡No. Se vende!, no seamos tibios- al delincuente de turno, que los compra o reconoce con promesas o prebendas, pero que evaden principios y valores de color intenso. Empresarios inescrupulosos que negocian con cualquier satanás, mientras el cornudo del infierno le devuelva privilegios y favores que los haga exitosos y "competitivos". Llorones profesionales y entrenados que mendigan trozos de cualquier cosa, con tal de sacar tajada gratuita a la venta barata de su mente o de su cuerpo. La sabiduría popular los llama de muchas formas, también hay tibieza en eso: aguados, gallo-gallina o el más unisex de huevos tibios, sin que se haya encontrado, de momento, otro término más acorde con la igualdad de género que se predica para, tibiamente, queda bien con todos/as. Hipócritas que les cuesta decir lo que piensan por aquello "del que dirán" y que son capaces de sonreír mientras buscan la manera de clavártela como pueden o se asocian a un etéreo club donde los socios se reconocen entre ellos. Personajes que requieren de multitudes a su alrededor, entre las que esconderse y habitar, para camuflarse y sobrevivir, porque no son honestos ni siquiera con ellos mismos o carecen de agallas. Por cierto, término general e impreciso y lugar al que seguramente escalaron las feministas eludiendo aquel otro más directo, más abajo, más castizo y menos tibio de "falta de huevos".
Si a Dios, con su infinita sabiduría y justicia, le dio nauseas ese tipo de gente y los desprecio, ¿por qué carajo tengo yo que soportar a esos indeseables? Mejor acabar esto como se inició: ¡constato mi despreció a los tibios! por cobardes, inmorales, eunucos -!ayúdenme defensores de temas de género para incluir al 50% femenino!- y miserables ¡Que quede claro!: No soy tibio y me siento enormemente orgulloso de ello.

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