Fingimos lo
que somos, seamos lo que fingimos (Calderón
de La Barca)
Quejarse
de los políticos, en general, y meterlos a todos en un mismo paquete es cosa
habitual. Son tachados de corruptos, malintencionados, desleales y otros
calificativos propios de quienes generan reacciones como consecuencia de un
actuar poco ético, menos transparente y altamente abusivo. Plantear las
próximas elecciones generales como hasta ahora, significa buscar financiamiento
de millones de dólares que difícilmente se encuentran en mercados financieros
legales y, consecuentemente, son personajes del crimen organizado quienes costean
los procesos electorales, cuando no inescrupulosos “empresarios” emergentes deseosos
de contar con el favor de marcos regulatorios mercantilistas. Así las cosas, se
entra en una competencia que encarece el producto final: el poder, trasladando
a los ciudadanos los elevados precios consecuencia de pactos secretos.
Significa
lo anterior que hay que buscar fórmulas diferentes para optimizar el sistema y
generar un punto de quiebre en esa demencial escalada de compra de voluntades.
Si los partidos políticos -y los políticos en general- fuesen mínimamente coherentes
con sus proclamas, harían pública una declaración notarial en la que
manifestasen su compromiso de no cambiar de partido (transfuguismo) durante el
tiempo que dure el mandato que los electores le otorgaron. Desistirían también
del uso de los fondos rotativos (caja chica) evitando suntuosos gastos como
almuerzos, gasolina o bebidas alcohólicas camufladas en facturas engrosadas. Constatarían
por escrito que cualquier ley/norma que aprueben y beneficie a partidos o
grupos políticos, entraría en vigor finalizada su legislatura, de forma que
ellos no fuesen los favorecidos directos de tales disposiciones. Renunciarían
al privilegio del seguro privado médico y se afiliarían al IGSS, demostrando
que realmente esa forma de seguridad social “funciona” y es idónea para el
resto de ciudadanos. Modificarían la ley de armas y municiones en aquellas
disposiciones que les eximen de cumplir con los requisitos de cualquier otro en
relación con permisos y licencias para portar armas. Por último -aunque pueden continuar
buscando propuestas disruptivas- se comprometerían a fiscalizar y denunciar a
compañeros de curul corruptos, puesto que nadie mejor que ellos conocen las
malas prácticas, las mañas perversas y la patente inmundicia. De momento
ninguno de ellos (ni de ellas) hace absolutamente nada de lo anterior
-pudiéndolo hacer- aunque denuncian algún que otro suceso al estilo “lo que el
viento se llevó”, por lo pronto que se les olvida.
Para
certificar el pacto adquirido -además del poder notarial que refrende esos
compromisos- deberían depositar en una entidad bancaria la cantidad simbólica
de Q100 mil y caso de no observar lo convenido trasladar el dinero a alguna
institución de caridad. Con esas ofertas de honestidad, decencia y coherencia, posiblemente
no les haga falta mucho dinero para promoverse y publicitarse, huyendo del
sistema actual que los amarra con sus financistas y potencia su inmoral actuar.
Si de verdad desean hacer política dentro de parámetros de legalidad y decencia,
ninguno tendría porqué desechar tales propuestas. No hacerlo supone consentir
la corrupción, prestarse para ello o no estar realmente comprometido con lo que
pregonan ¡Basta ya de hacerse los buenos!, de figurar y de proclamar lo que con
actos no acompañan (fe sin obras….) ¿Quieren credibilidad?, ¡actúen
creíblemente! Los ciudadanos, por su parte, deben de exigir ese tipo de
actitudes para dar su voto. Cambiar las cosas haciendo lo mismo ya sabemos que
se llama estupidez. Ahí tienen el reto ¿quién lo piensa tomar? Si no lo hacen, no
se quejen luego de que a todos los llamen corruptos, hipócritas o mezquinos.
Será con razón.
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