“Nadie
puede aterrorizar a una nación, a menos que todos seamos sus cómplices”
Las habituales -y otros agregados-
siguen empleando ese simbolismo tramoyista, falaz y desalineado de
“criminalización de la protesta social”, para describir actuaciones de
delincuentes, bandidos, malhechores y terroristas -encapuchados y armados- que impunemente
actúan en algunas zonas del país. Callaron -y con su silencio permitieron y
sostuvieron- el linchamiento de un especialista y de un oficial; ocultaron y
manipularon el cobarde asesinato de otro soldado y alientan desde tribunas mediáticas
-junto con religiosos católicos-, actuaciones justificativas de pillaje y brutalidad.
En la más reciente -San Mateo Ixtatán- decenas de encapuchados, acarreados de
otras comunidades e incitados por personajes perfectamente identificados -así como
sus vehículos-, balearon a personas y quemaron, saquearon, robaron y
destruyeron un campamento y el material que en el mismo se almacenaba. Antes,
con absoluta impunidad, cortaron caminos y se pasearon por las calles de la
localidad amenazando a gritos a sus habitantes y forzándolos a colaborar bajo
amenazas contra su vida o patrimonio.
El MP tardó más de 48 horas en llegar
al lugar y evaluará una escena totalmente contaminada que conducirá al
tradicional callejón sin salida, mismo que tomaron en otras situaciones en las
que no ejecutaron las ordenes de captura e incluso destituyeron a fiscales a
cargo, sustentando y promoviendo la impunidad. En el proceso de eleccionario pasado
habría que identificar quiénes alaban la labor de la actual Fiscal General (y
sus secuaces), dónde están las acciones legales contra esos terroristas y cuál
es el resultado de las decenas de denuncias presentadas. Sin embargo, no habrá
respuesta porque esas organizaciones y personajes son ideológicamente afines a muchos
de los integrantes de la cúpula del MP o de las organizaciones que lo apoyan
-ONU y CICIG incluidas- ¿Será la connivencia la razón de no desear el cambio?
¡La ley, es la ley!, y debe
cumplirse. Cuando la ley está mal, se cambia previa discusión y propuestas en el
seno de las instituciones existentes para ello; si las instituciones tampoco
sirven, se discute y se sustituyen por otras. Sin embargo, los últimos gobiernos
(este incluido) han acostumbrado a la ciudadanía a no cumplir la ley sino a evitarla
o vulnerarla. Además, si se hace por turba enardecida -bajo paraguas de “protesta
social”-, desde la sociedad civil o con apoyo de ONG,s o gobiernos extranjeros,
mucho mejor. Falta la autoridad necesaria para decir ¡basta!, y apostar por un
gobierno de leyes y no de personas, menos de presión. Esta es la antesala de un
futuro con predominio de la “ley del más fuerte” y el mensaje que se envía es ¡defiéndanse
como puedan!, algo rápidamente entendible.
En estos casos -como en otros- la
CICIG -igual que el MP- está ausente, a pesar de que esos delincuentes
conforman cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad que inciden en
la estructuras del Estado ¡Más claro imposible!, pero enfrentarlos supondría plantarse
a las “defensoras de derechos humanos” o
“criminalizar la protesta”, quebrando la fidelidad ideológico-grupal. Aquí hay
una guerra desatada de quienes únicamente saben vivir de ella. Son violentos,
apoyados por fanáticos y enfrentados por pusilánimes políticos que ven en “la negociación”
la manera de lavarse sus pilatescas
manos, mientras arruinan el país. No son pacíficos, comunitarios ni indígenas ¡Dejémonos
ya de cuentos! No más medias tintas en el discurso ¡Son criminales terroristas!
igual que quienes los apoyan y alientan.
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