Donde hay justicia no hay pobreza
(Confucio)
La publicación de la encuesta de
condiciones de vida (ENCOVI), ha suscitado nuevamente la discusión sobre el
incremento del gasto público para enfrentar la pobreza, y el debate sobre la
desigualdad. Sin negar que efectivamente hay lamentables condiciones de
pobreza, algo visible en todo el territorio, me permito reflexionar sobre
ciertas cuestiones, conceptos y cifras.
El Instituto Nacional de Estadística (página
web), señala que el valor de la canasta básica alimentaria es de Q3,540.60 pero
sitúa la línea de pobreza extrema (LPE) -costo de adquirir la canasta de alimentos-
en Q5,750. También indica que la canasta
básica vital cuesta Q6,460.95, pero establece la línea de pobreza no extrema en
Q10,218. Ambas comparaciones obedecen a que los conceptos se definen de igual manera
y tomar una u otra cantidad modifica sustancialmente las conclusiones. Cuestionar
lo anterior, insisto, no niega una realidad, pero si orienta y matiza los
resultados del informe.
Los datos deben servir para debatir
seriamente el asunto, no para alentar posiciones ideológicas ni políticas
económicas interesadas. Ahora se ignora la encuesta ENCOVI 2011 porque no se
hizo con la metodología adecuada ¿Que interés del momento (gobierno UNE)
aconsejó ese cambio y cuál fue la razón? Tal vez manipular las cifras entonces,
por si la experiencia sirve de algo ahora. Perpetuar los manoseados programas
sociales de los gobiernos UNE o PP -avalados, por muchos otros partidos
políticos- es más un error que un acierto, y definitivamente no ha sido la
solución. Desde que se implementaron, las cifras de pobres, según ENCOVI, ha
crecido ¡Para pensar en ello!
La pobreza del país es debido a la falta de
creación de riqueza (explicado por Fritz Thomas la pasada semana) no de la
desigualdad. Y es producto de muchas cosas, también de: privilegios fiscales,
economía informar -cercana al 70%- que elude pago de impuestos directos,
depredación del presupuesto (especialmente los sindicatos de educación y salud,
que engullen cualquier cantidad en beneficio de la elite sindical y del grupo),
compra de medicinas sobrevaloradas y corrupción institucional generalizada, todos
acompañados de alta ineficiencia (o connivencia) de la Contraloría y ausencia
de castigo para dichas acciones delictivas. Basten unos ejemplos: el dispendio
de los fondos rotativos del Congreso; más de Q1,000 millones gastados (2011-2015)
para subvencionar el ineficiente transporte público; alrededor de Q2,156
millones que nos costará el pacto colectivo de salud, que incluye el pago de
Q24 millones para el abogado que lo negoció y no menos de seis bonos, entre ellos
el de “trabajo decente” y ciertos llamativos gastos de la USAC (primer cuatrimestre
del año) como parte de una cifra millonaria total: tres pistolas calibre 9 mm.,
viajes a Rusia (Q133,000), compra de 9,000 libras de café valoradas en
Q200,000, adquisición de casi mil de botes de desodorante ambiental y Q13,702.50
para la velada huelguera. Además, seguimos sin saber cuánto cuesta graduar a un
estudiante o la cantidad que reciben decanos, profesores o la directiva, porque
nadie en este país se ha preocupado de fiscalizar seriamente al monopolio de la
enseñanza universitaria estatal. Sin embargo, tanto sindicatos como
sancarlistas y diputados rasgan sus vestiduras y reclaman acciones contra la
pobreza, mientras dilapidan opacadamente millones del presupuesto. Penosa doble
moral, ideologizada en función del momento y de intereses de quienes desean poder.
En resumen: deficiente diagnóstico, interesadas
propuestas y malas soluciones ¡Nada nuevo!
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