“Lo único bueno de equivocarse es la alegría
que produce a los demás”
Hace exactamente un año comenzó lo que para
muchos era la esperanza de cambiar un viejo régimen de corruptela, visibilizado
en múltiples causas judiciales. La ciudadanía desplazó terminantemente a aquel
populista “que le tocaba” y a la mujer que “gobernó” años atrás, y prefirió a
un neófito de la política convencidos de que más valía “lo bueno por conocer”. Se
asumió un riesgo del 50%, pero cualquiera de las otras opciones: LIDER y UNE,
representaban el 100% de fracaso asegurado y perverso continuismo. Se abría un espacio
de esperanza que sorprendió, y que ningún analista había vaticinado. La
ciudadanía eligió –y confirmó en segunda vuelta- a un binomio inexperto y
desconocido; a una estructura política sin anclaje social, territorial ni
conceptual. Se apostó por lo novedoso, porque el resto de opciones no
satisfacían las expectativas de un votante cansado de prácticas políticas
caprichosas y delictivas.
Ha pasado un año. El 50% de posibilidades de atinar
se ha tornado en un 90% de certeza de habernos vuelto a equivocar. Este
gobierno, sin planes, personas, infraestructura ni ideas, se sorprendió él
mismo y a todos nosotros. La ingenuidad ciudadana al elegir se tradujo en
improvisación gubernamental en gestionar. A lo más, sabemos que hay un Presidente
que se distrae en los detalles anecdóticos: pupitres escolares, visitas a
bomberos o desfiles marciales y deja a un lado la conducción político-estratégica
del país; un vicepresidente que justifica de forma altanera y hasta grosera la
contratación de algunos de sus parientes, y cuyo afán de poder ensombrece la
figura del mandatario principal; y una estructura oculta y manejada en el
Congreso por la bancada FCN que ha terminado por inflarse con desertores de
otros partidos, con cuestionados antecedentes.
Por si lo anterior no bastara, la oposición
de la UNE completa el pastel. La lucha interna por desplazar al tradicional
liderazgo de Sandra Torres, encumbra la figura de algunos viejos-jóvenes
conocidos de la administración Colom -¡mas de lo mismo!- pero entre bambalinas,
y con sueños de retomar el poder antes de que la justicia les alcance o los
votantes les olviden.
En la sombra, grupos de izquierda -radical y
moderada, que de todo hay- sonríen sarcástica y complacientemente a quienes
consideran que les abren las puertas del poder de forma indirecta.
Directamente, es decir obteniendo votos, saben que jamás lo alcanzaran.
Mientras, se visibilizan con inusual y complaciente descaro en su radicalismo
por medio de propuestas antiempresariales y proimpositivas, promoviendo justamente
el antidesarrollo.
Hemos vuelto a fracasar y no hay que dejar
pasar más tiempo para aceptarlo. Seguimos siendo ciudadanos pasivos y solícitos
que nos quedamos en las ramas de los árboles pero ignoramos la base del
tronco. Como mucho, sonreímos y nos congratulamos
de que la SAT haya hecho pagar -¡por fin!- a morosos empresarios o de que la
justicia nos de un alegrón de burro cada jueves. No observamos que en el fondo
las cosas no han cambiado sustancialmente y que a fin de cuentas, y quitando
esas “anécdotas”, nos ahogamos en un trafico invernal, la contaminación nos
invade, los sindicatos siguen pactando y negociando, el dinero no alcanza para
satisfacer caprichos políticos, los movimientos “sociales” siguen manipulados,
la educación está en manos de chantajistas tradicionales, el Presidente cuando duerme
no hace nada y cuando está despierto tampoco, los diputados “debaten” incongruencias
-estupideces sería más correcto-, la delincuencia no para, el transporte no
funciona, la ciudad se colapsa, la pobreza aumenta, el nepotismo subyace, no sabemos
cuantos empleados públicos hay (aunque los pagamos), el IGSS no funciona, pero
nos oponemos a privatizarlo, las carreteras se llena de agujeros, la salud es
un desastre…….
¡Ya ha pasado, un año!
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