Ni efectividad ni eficiencia ni interés; pan y circo
al mejor estilo populista-caciquil
Pronto veremos cifras referidas al incremento
del precio de la canasta básica y otros números que harán pensar cómo es
posible vivir en un país “tan caro” y con una cuantiosa población que apenas
gana unos dólares al día. Se angustiará y penará secundar la propuesta de
algunos de incrementar el gasto público, reducir la desigualdad, hacer que otros
-¡no nosotros!- paguen más y elucubraciones parecidas que aprovecharan
sindicalistas para recetarse otro bono al que bautizaran de manera creativa.
Contemplando fuegos artificiales en dos
lugares diferentes las noches del pasado 24 y 31, me pregunté por qué se
dispendia tanto dinero en ruido y olor a pólvora. Todo el mundo hace su show de
luces, no digamos las municipalidades que además, compran tamales con dinero público,
los reparten en horas de trabajo del alcalde y/o publicitan lo anterior en redes
sociales para aprovechar el tirón mediático. Son los mismos ediles que pronto se
reunirán para reclamar más dinero porque no tienen para pagar la luz, tapar agujeros
en las calles, instalar depuradora que elimine aguas negras, reciclar basura o propondrán
declarar el estado de calamidad; por no citar el déficit de puestos de salud, la
carencia de lo básico en escuelas o vecinos con desnutrición. Sin embargo, el espectáculo
de luces y no digamos la feria, el día del patrón, desfiles o fechas especiales,
tienen su presupuesto apartado porque hay que derrochar a pesar de que las
cifras que exhiben organismos internacionales y nacionales, sean lamentables.
Ni efectividad ni eficiencia ni interés; pan y circo al mejor estilo populista-caciquil.
Lo urgente se confunde con lo importante y se
mezcla con lo inútil, y resuelve el interés del momento. El político gasta nuestro
dinero como le da la regalada gana y no hay canasta básica que resista un
embate de folklore nacional, la tradición o la piadosa beneficencia.
Políticos, pedigüeños y “cientistas sociales”
necesitan de estadísticas repletas de sentimentalismo para diseñar políticas
públicas y obtener más dinero del presupuesto. El que tienen está hipotecado en
actividades que les generan réditos. La administración vigente será la “más mejor” si organiza una zarabanda más
rimbombante que la administración pasada y, además, elegirá con música de
orquesta a la “señorita del momento” alineando a las lindas candidatas en
bikini para que los viejos verdes disfruten su sesión anual erótico-festiva,
mientras comentan lascivamente entre dientes. De igual modo, el alcalde
repartirá más tamales que su antecesor y distribuirá juguetes de “todo a Q10”. Incluso se hará
fotos con los más pequeños, mientras su esposa -la no electa- sonreirá sin saber
muy bien de que trata todo aquello. Luego, subirán las imágenes a redes
sociales para posicionar “en donde está la esperanza del país para 2019”.
Imagínese que tiene un negocio y el empleado
que contrató para que lo gestione, saca dinero de la caja y hace fiestas cuando
le viene en gana. Posteriormente, sube su foto al Facebook o el Twitter y nos quiere
convencer de lo bien que lo hace y lo bueno que es. Mientras, usted queda
esperando que le rinda cuentas del gasto realizado. Pues eso, pero con
cantidades astronómicas y sin vergüenza ni pudor, es lo que hacen la mayoría de
ediles.
Leerá o escuchará lo mal que estamos, lo poco que cobran los trabajadores y cómo hay que mejorar el salario básico. Y es que mientras los cohetes y lo tamales suban de precio y el asistencialismo persista, todo se encarecerá al ritmo que marca el abuso político y consienta la pasividad ciudadana.
Leerá o escuchará lo mal que estamos, lo poco que cobran los trabajadores y cómo hay que mejorar el salario básico. Y es que mientras los cohetes y lo tamales suban de precio y el asistencialismo persista, todo se encarecerá al ritmo que marca el abuso político y consienta la pasividad ciudadana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario