No
haya que ser hipócritas y asumir los deberes que cada quien tiene
Se viene un debate social en
relación con la necesidad -o no- de inspeccionar las mochilas al accesar a los
colegios, para impedir el ingreso de armas. La iniciativa surge tras los hechos
acaecidos en México y en territorio nacional. Las opiniones están divididas por diversas razones y habrá que esperar a ver como
evolucionan los acontecimientos.
La seguridad, por definición, nunca es total, siempre habrá
que asumir riesgos. Es necesario minimizarlos y ello requiere invertir recursos
y tiempo. Se pueden instalar detectores de metales en
las entradas de los colegios, lo que seguramente derivará en que sus hijos
tengan que ingresar una hora antes para evitar colas, además elevará el precio
del servicio. También surgirán, por experiencias vividas en situaciones similares, quejas de las personas que registren a los menores. Será,
en definitiva una ecuación costo-beneficio que habrá que resolver tanto en
establecimientos públicos como privados.
Dos reflexiones al respecto para agregar al debate. La
primera, se refiere a la relación libertad y
seguridad. La frase de Benjamín Franklin ilustra el pensamiento: Los que pueden
renunciar a la libertad para obtener una pequeña seguridad temporal no merecen
ni libertad ni seguridad. En el
norteamericano primaba más la libertad del individuo
que el intervencionismo justificable ¡Sobran comentarios! La segunda, medita
sobre cómo se habla sistemática y únicamente qué deben hacer los colegios pero
se obvia que en los sucesos acaecidos los menores tomaron las armas de sus
casas y, por tanto, lo que falló fue la custodia
paterna. La sociedad simplista y cínicamente centra la atención en los centro
educativos y, al igual que con la educación de los hijos, pareciera pretender
que sean otros quienes asuman la responsabilidad -y las consecuencias- que como padres parecen evitar. Los menores, no
compraron armas fuera de sus domicilios sino que las obtuvieron en ellos porque
sus progenitores no tomaron las medidas de precaución necesarias. El origen del
problema, consecuentemente, no está en el colegio,
sino en el domicilio familiar y eso no están dispuestos a aceptarlo muchos de
quienes proponen normas coercitivas diferidas.
No hay que ser hipócritas y asumir los deberes propios. Si
se implementa una medida así en colegios ¿por qué no hacerlo en universidades, campos de futbol, lugares de ocio,
restaurantes y otros en los que concurran masivamente personas, incluyendo el
transporte colectivo y hasta las iglesias? No se puede, ni se debe, matar
moscas a cañonazos.
Fue muy triste lo que ocurrió en el Hogar Seguro, pero igualmente penoso fue ver cómo acudían al lugar
progenitores -que tenían internados allí a sus hijos- llorando y pidiendo
explicaciones cuando ellos deberían haber aclarado por qué aquellos
muchachos no estaban en sus hogares o el señalamiento
de abuso sexual de un padre que hizo un medio escrito, razón por la cual la
hija estaba internada en aquel lugar.
Poco o nada se habla de responsabilidad en una sociedad
irresponsable con los hijos, pretendiendo que “otros” sean quienes eduquen, salvaguarden, instruyan, sanen o velen por ellos. Hay que
aprender a ser padres y madres de tiempo completo y asumir que nadie más que
nosotros tenemos el deber de velar por su bienestar. Lo demás es socializar los
problemas para diluir la responsabilidad y crear
políticas asistencialistas, lo que no es correcto ni mucho menos útil. Pensemos
en ello antes de tomar una decisión y, sobre todo, de quejarnos.
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