El problema no es
judicial sino político y desde ahí debe visualizarse la solución
Las acusaciones de CICIG/MP de los últimos años, han puesto de
manifiesto que pocos colectivos están exentos de haber actuado
equivocada o delictivamente, tal como se suponía en una hipótesis inicial. Entre los señalados hay empresarios, políticos, jueces,
ricos y pobres, hombres, mujeres y jóvenes, ladinos e indígenas, militantes de derecha e izquierda
y personas de cualquier estrato social. Todos ellos metidos en embrollos que precisan de
explicaciones a la justicia pero sobre todo a la ciudadanía honesta. Tienen en común haber
utilizado las arcas públicas en beneficio propio. Una suerte de comportamiento delictivo cuasi cultural e integrador, ya que parece no
excluir a nadie. Las ONG,s
no se han quedado al margen y se vio a Madre
Selva pagar a manifestantes por asistir a
bochinches, se arrestó al presidente de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) que pretendía sacar
ilegalmente dinero del país y se capturó al presidente internacional de OXFAM. Se evidencia una metástasis nacional en la
que, por acción u omisión, la contaminación ha llegado a un punto álgido, ¡y eso que aún faltan
casos de alto impacto!
Ese contexto no ha surgido por generación espontánea ni es de exclusiva responsabilidad de los señalados. Lo que aflora es una forma de ser y actuar que
permea el comportamiento y que, aunque no guste escucharlo, es aceptada,
aplaudida y practicada por demasiados. La recomendación se acepta
como la forma de alcanzar privilegios otorgados por quienes se eligen fraudulentamente con dinero público que
financia procesos
electorales o compra de voluntades. La sumisión y la pleitesía son maneras de ocupar espacios especialmente diseñados para los colaboradores eficaces del establecido sistema corrompido ¡No nos
pongamos ahora de tiros largos y queramos ser más decentes que nadie!
La culpa es de todos y lo que pasa da mas vergüenza que pena, aunque
quienes delinquieron
tuvieron, al menos, la oportunidad de elegir
libre y voluntariamente lo que hacían. Al resto, nos queda resignarnos y padecer las consecuencias de lo que impidieron sus acciones criminales.
Es tiempo de cambiar esa forma
perversa de actuar, y también
necesario. El problema no es judicial sino
político y desde ahí debe visualizarse la solución, aunque no llegará inmediatamente. Los sindicatos deben hacer su propia catarsis, los
empresarios también. Los políticos acostumbrarse a rendir cuentas y
dejar de promover componendas y chanchullos. Los jueces hacer su trabajo con ética, en el tiempo estipulado y sin esperar beneficios extraordinarios ni concederlos. La mayoría de ciudadanos, practicar principios correctos y no colarse en las filas, querer ser más “chispudos” que lo demás o pretender obtener por la vía de la astucia lo que no
corresponde por el camino de la capacidad.
No más salvadores de la patria ni
saqueadores de recursos que pregonan “desvivirse por el pueblo”, mientras roban lo que está a su alcance. Excluyamos la mentira como forma de seducción política y el soborno o la maña como medio de búsqueda de la
justicia. Hay que diseñar -comenzando por uno mismo- espacios de respeto a los derechos de los demás como si fueran
propios. Aparquemos la ambición que usa los
privilegios, la posición, el
estatus o las ventajas como vehículo, y no los méritos. Nadie lo
hará por nosotros. Ni “el
pueblo salva al pueblo” ni llamar al uso de la fuerza desde la
exaltación permanente de
unos pocos psicópatas logran objetivos
de paz y desarrollo. Dejémonos
de cuentos chinos y pongamos las barbas en remojo.
¡A trabajar pues!, el futuro no dará muchas más oportunidades.
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