Por lo tanto, 2025 es el año de la batalla final, ya que desde ambos extremos -y sin entrar a valorarlos- no queda de otra que la desaparición del contrario.
Durante la Guerra Fría la estrategia de “coexistencia pacífica” tuvo mejores resultados que aquella otra de “destrucción mutua asegurada”. Era preferible respetar la parcela del contrario y convivir con él que abrir una puerta al conflicto nuclear que hubiese acabado con el mundo. Las potencias dominantes dejaron a un lado el orgullo y la soberbia para no entrar en un campo de batalla con consecuencias más que previsibles. A estas alturas, algunos parecen no haber leído nada sobre aquello y prefirieron lanzar misiles sin advertir que, una vez pulsado el botón, no hay marcha atrás. Decisiones precipitadas, presiones, inexperiencia, sed de venganza, ineptitud política o una dosis de todo ello, encaminó la política nacional en una determinada dirección.
Escenario1: Póngase del lado del gobierno. En 2026 será la designación del nuevo Fiscal General y es presumible que el Presidente elija a alguien de su confianza. La nueva autoridad abrirá, seguramente, expedientes judiciales a los actuales integrantes del MP y a un amplio entorno de “colaboradores” asistentes, auxiliares, abogados, jueces, magistrados, diputados, etc., por diferentes señalamientos.
Escenario 2: Póngase del lado de los afines al MP. Sitiados con múltiples sanciones por la UE, USA y otros países, no pueden moverse de Guatemala y ven en 2026 un horizonte poco halagüeño que los puede llevar ante tribunales cuanto menos, y posiblemente a prisión.
Por lo tanto, 2025 es el año de la batalla final, ya que desde ambos extremos -y sin entrar a valorarlos- no queda de otra que la aniquilación del contrario.
Para “destruir” al entorno del MP se requiere llegar al 2026, y seguir el procedimiento regulado. Sin embargo, para echar a andar el escenario 2 es preciso alinear muchas cosas. Una es contar con causas judiciales para procesar al binomio presidencial; otra, un Congreso que esté alineado y vote mayoritariamente por el desafuero; la tercera, unas Cortes que respondan a las decisiones necesarias en cada momento; finalmente una comunidad internacional, especialmente el Departamento de Estado norteamericano, que no presione. Cuando todo eso ocurra -si es que ocurre, y no será antes de noviembre de este año- se darán las condiciones para activar el escenario descrito. A partir de ahí se configurará una nueva dirección en el gobierno que establecerá una transición 2026-2028 sin aspavientos, emociones no previstas ni acciones no planificadas.
Al gobierno sólo le queda esperar que no se alineen las circunstancias señaladas, que Biden no se duerma en los debates y que la ciudadanía lo respalde. De ahí la necesidad de establecer un sistema clientelar con diferentes subvenciones para que cuando esa dependencia económica se vea en peligro, “el pueblo” defienda al proveedor, que no es otro que el propio gobierno. Pero esa estrategia de acumular capital ciudadano se ve contrarrestada con otra similar que empieza a visualizarse con la conformación de una masa diferente, también capturada mediante dádivas: las familias de exmilitares, a quienes ampliarán ayudas económicas desde el Legislativo y que, naturalmente, se utilizará si es necesario para llamar a defender su causa, y contraponerla a la otra masa popular gubernamental.
Las estrategias están servidas, los escenarios definidos y los actores involucrados moviéndose cada uno en su espacio y desde ahora porque no hay, de momento, otro escenario previsible que permita evitar la confrontación fratricida. Y es que no aprendemos del pasado y solemos repetirlo con resultados cada vez peores, porque la maldad se perfecciona.
No valoro ni una ni otra hipótesis -tampoco serviría para mucho- únicamente las describo, en espera de que algún genio puede evitar esa mutua destrucción asegurada que, como la otra, nos llevaría por delante a todos.
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