Golpistas novatos que acuden a la
justicia que ellos mismos intentaron desmantelar, negaron y quisieron suprimir.
Cobardes huidos que tergiversan y retuercen la historia o se permiten dar
lecciones de decencia a quienes pretendieron humillar, destruir o cooptar
¿Quién -y por qué- veinte años después le reconoce derechos? Pareciera que los
caraduras son eternos, se envalentonan con los años y creen poder seguir
engañando perpetuamente ¿Habrá mano de mona en todo esto?
La justica da vergüenza no pena. El
país se pierde por centímetros, culpa no de inescrupulosos sino de inútiles
incapaces de comprender, analizar, contextualizar y decidir con objetividad o con
honestidad y decencia. Destruyen lo que tocan, lo que miran, donde actúan. Sólo
falta que ahora haya que restituirlo, indemnizarlo o recibirlo con honores.
Esto hace perder la poca dignidad que nos queda. La miseria y el subdesarrollo
permean la mente de muchos. El liderazgo, la capacidad de decisión ética, el
buen hacer y un par de cosas colgantes, faltan o están muy alejados todavía del
comportamiento de los funcionarios públicos ¡Claro que la guayaba tiene dueño!
y ya sabemos quien es.
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