“Los hijos abandonan un día la infancia,
pero los padres nunca dejan la paternidad."
La
Navidad rememora el nacimiento de Jesús. Excelente momento para reflexionar
sobre muchas cosas habituales, pero también sobre otras que normalmente se
dejan de lado. Jesús nació porque tuvo padres, responsables, realidad poco
debatida. La pareja se mantuvo unida a pesar del grado de desconfianza que
supuso aceptar la paternidad divina. Lejos de abortar o extrañar, especialmente
José decidió reconocer y aceptar a un hijo del que no era progenitor biológico.
Huyeron de su ciudad al sentirse perseguidos para salvarlo y, finalmente, fue
educado, protegido y ayudado a crecer hasta los 33 años, en que murió, mientras
su madre estaba al pie de la cruz. La sociedad de la época era mucho más pobre
y machista que cualquiera de las actuales y la mujer estaba ausente de la vida
pública; el hombre tomaba la mayoría de las decisiones.
Los
antecedentes vienen a cuento porque de aquella responsabilidad ancestral,
pasamos a una preocupante cesión de obligaciones y proteccionismo estatal
irresponsable. El apoyo a la mujer y a sus hijos, pasa por proporcionarles
ayuda económica o alojamiento estatal, sin perseguir contundentemente al padre
que abandona, maltrata o no cumple con su parte del compromiso. Aceptamos
gustosamente que el estado también ofrezca escuelas y sanidad públicas, porque
es más fácil delegar esas funciones en un ente inoperante y descargar la
conciencia propia, que hacernos cargo de nuestros hijos y asumir las
correspondientes gastos y responsabilidades. Algunos “papás” suspenden la
pensión alimenticia a partir de los 18 años -mayoría de edad- aunque es momento
de asistir a la universidad o buscar un trabajo y suele ser la madre quien se
hace cargo de ellos, culpa del autismo paterno.
La
concepción de los hijos -salvo casos muy puntuales- es un proceder consciente
de ambas partes, aunque no siempre aceptado después. No se trata de un acto de
fe, como fue en aquel milenario momento, sino de una realidad que luego se
quiere desconocer y hasta destruir. No hay excusa ni pretexto, aunque cada
quien busca interesadamente como justificase. También hoy en día, en esta
sociedad machista, es la mujer la que carga con la mayor parte de la responsabilidad
del cuidado de los hijos, y el hombre el que debe ir asumiendo progresivamente
deberes que hagan del proceso un acto compartido, o equilibrado si se desea.
Nadie enseñó a aquellos padres a formar un buen hijo y eso no ha cambiado
mucho. No creo en libros o fórmulas para llegar al éxito. La crianza es algo
que se aprende con la práctica y obedece a una compleja matriz en la que, por
lo menos, están los dos padres, el hijo y el entorno inmediato de los hermanos,
cuando no otros familiares que también inciden, además de amigos, conocidos,
experiencias vividas, etc. El éxito se sustenta en trabajo y dedicación, y otro
tanto de suerte y de incidencia de aspectos biológicos y emocionales que
escapan a nuestro común entender.
En
estas fechas que celebramos la natividad de Jesús, quizá sea bueno extender la
reflexión a la paternidad y maternidad responsables y tomar conciencia de los
compromisos que se contraen con los hijos y cuál puede ser la ruta del éxito,
sin que necesariamente nada la asegure. Si se pudo hace mas de 2 mil años, no
está permitido renunciar ni dejar en manos de otros -menos del estado- nuestros
deberes. Asumido el compromiso, únicamente queda ejercerlo con entusiasmo,
paciencia, sabiduría y pasión ¡Feliz Navidad!
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