De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso
(Napoleón)
Cuando alrededor de las 10.00 am del pasado
día 14 los miembros del cuerpo diplomático acudieron al Congreso para asistir a
la integración del mismo, tras las elecciones de 2015, no pensaban -ni imaginaban-
que hora y media después algunos se levantarían y abandonarían el lugar porque el
acto no comenzaba ni se sabía cuanto dilataría el inicio.
El retraso obedeció, según versión oficial, a
que ocho diputados tenían “problemas con las credenciales” y a uno de ello -Edgar
Zamora- se le pido salir porque no podía tomar posesión al carecer del
finiquito correspondiente. El desafiante “sáqueme, sáqueme”, fue la respuesta
del diputado de VIVA, operador político del alcalde de Villa Nueva. La
realidad, sin embargo, es que continuaban negociando (cabildeando dicen ellos)
para decidir quienes integraría la mesa directiva y, consecuentemente, presidiría
el Congreso, lo que se resolvió cuando finalmente eligieron a la planilla
encabezada por Mario Taracena (UNE), conocido por sus habituales chaladuras y
por las denuncias presentadas contra él por violencia de género ¿No había otro
diputado menos cuestionado y excéntrico? Ayer filtró las listas de quiénes y
cuánto cobran en el Congreso ¡Uf, la que lió!
Lo que allí ocurrió es vergonzoso y es que cada
quien actúa conforme a la calidad moral que tiene. Pasaron cuatro meses desde
las elecciones para que las cosas se hubieran hecho a tiempo y el acto
comenzado a la hora prevista. Lamentablemente, el Legislativo sigue lleno de
impresentables que carecen de tacto, sentido común, ética, honestidad y
decencia. No era “su acto” sino la integración de una cámara de representantes
de la ciudadanía y por eso merecíamos más respeto. Hicieron muy bien quienes se
levantaron y se fueron, porque no hay derecho a que se haga esperar hasta que la
mara transe y decida quien la gobernará. El Congreso sigue igual y me recuerda,
cada vez más, a esos presos que quieren rehabilitar pero que la práctica
demuestra que es imposible, y delinquen continuamente. El hemiciclo sigue lleno
de gente que no sabe hacer otra cosa, mucho menos comportarse.
Por la tarde se convocó a los invitados para
la toma de posesión del Presidente electo y se les hizo saber que deberían llegar
dos horas antes (más otras dos de retraso), razón para que muchos decidieran no
ir. Hay que aprender de los grandes eventos en Hollywood, los espectáculos de Broadway,
el fútbol americano o los partidos de beisbol que concentran a muchas más
personas y en apenas quince minutos ingresan o salen. El tercermundismo nos
persigue por doquier.
Con toda razón, la conclusión de quienes
fueron invitados y tratados de esa forma, es que seguimos siendo un país
bananero. Posiblemente el reporte que hagan a sus países incluya alguna frase similar
a esta: “Ni se les ocurra venir. Aquí no
hay nada que hacer. Esto no tiene solución” ¡Al tanto cuando se destapen
otros WikiLeaks!
En lo doméstico, hubo un ultraje a los ciudadanos
al desconocer las autoridades que en esos actos deberían representarnos y
conducirse con principios de seriedad, puntualidad y eficacia. Para mas inri, el
MP anunció inmediatamente el arraigo de diez diputados salientes con graves
acusaciones pendientes. El día después, el transfuguismo de los “honorables”
volvió a asombrarnos: 33% habían cambiado de partido ¡Qué maravilla de
imagen-país!
A todo hay que verle la parte positiva, así que
felices de tener una Asamblea monocameral y no bicameral y un sistema
presidencialista sin primer ministro, solo Jefe de Estado. El manifiesto
ridículo queda, al menos, reducido a la mitad ¡Algo bueno!
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