Es hora de que actúe
por usted mismo. Infórmese y que no lo jalen a la fuerza
Discutir sobre las reformas
constitucionales del sector justicia, está que arde. Según opine, corre el
riesgo de ser encasillado de extremista, versión izquierdista comunista u
oligarca intransigente. No le dejarán explicar que está lejos de apasionamientos,
porque se informa y busca soluciones, no defiende una radical negación ni una conformista
aceptación y persigue debatir con altura.
A quienes he escuchado hablar seriamente
del asunto, coinciden en mucho. Admiten que el actual sistema -comisiones de
postulación- no es eficaz, reconocen que separar la administración de justicia
de la gestión de recursos es oportuno -así se hace en el resto del mundo- y
están de acuerdo en que no podemos seguir inmóviles. Hay una plataforma común
sobre la que se puede construir. A pesar de ello, no nos ponemos de acuerdo y
se resiente la certeza jurídica.
La moda, la revolución fresa, es invadir
el Congreso, insultar, agredir e impedir que sesione o inundar las redes de videos,
lemas, memes y hasta amenazas para fomentar la inhibición o promover la
aceptación. Los objetivos están claros: aprobar sin debatir o impedir la
discusión para que el Legislativo no tome una decisión. Lucha de poder entre
extremos que dejan en medio a millones de ciudadanos -no siempre informados-
intentando comprender qué ocurre y cómo deben posicionarse.
Dejar el sistema como está,
significa que diferentes grupos continúen nombrando y manipulando jueces, tal
como se ha venido haciendo o intentado, aún sin lograrlo. Favorece a quienes
desean utilizar la justicia para fines espurios del conflicto armado pero
también a otros que están siendo investigados o en prisión por delitos muy
graves relacionados con desfalco y lavado de dinero. Unos, reclamados, además,
por USA, otros huidos, y muchos más pendientes de perder su inmunidad o a
escasos centímetros de ser acusados por el MP. Esa mara manipuladora sigue enroscadas
en ciertas organizaciones civiles, en el ejercicio de la función pública o en
la sombra y luchan por seguir eligiendo magistrados que sobresean o activen “sus”
causas -según interese- o emitan sentencias a la carta ¡Me desmarco de quienes buscan
la impunidad o fuerzan decisiones!
A esta disputa se agregan diputados
que se refugian en el Congreso y no están dispuestos a debatir sobre el
sistema, al igual que magistrados que operan “por instrucciones”. Lo que
debería ser la solución, se convierte en problema y los legisladores se
justifican, ausentan o ponen todo tipo de trabas para preservar un estatus quo
cuya manipulación es clara. No es necesario apelar a un nacionalismo
trasnochado que desecha cualquier discrepante opinión. Mucho menos usar la
doble moral nacional perfeccionada sobre un falso patriotismo, aquel del que
Samuel Johnson dijera que era “el último refugio de un canalla”, y que ha
servido -y sirve- para plastificar intereses propios.
Es indiscutible el mal
funcionamiento de la justicia. En prisión hay acusados que deberían liberarse y
trasladarse a su domicilio a esperar juicio y no quedar eternamente
encarcelados. Sin embargo, hay otros que necesitan quebrar el sistema porque de
lo contrario sus posibilidades de salir libres son escasas, al igual que hay
que enjuiciar a muchos más que campan a sus anchas.
Tanto himno nacional, mano al
corazón y recitar aquello de “…tu nombre inmortal…”, pero cuánto anónimo,
autoritario, ideología barata, escaso sentido común y analfabetismo funcional. Aprovechando
que nos hicieron despertar, actúe por usted mismo y que no lo jalen a la
fuerza. El país requiere -y merece- una seria catarsis.
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