Hay que hacer valer la ley por la
fuerza si no se puede por la razón
El video en el que el ahora exdirector del
sistema penitenciario -con capucha de huelguero sancarlista- dialoga (o negocia) con mareros internados, el de Blanca Stalling
yendo plácidamente a visitar a su hijo
mientras una agente “de custodia” le lleva una
bolsa y la incompresible huida de prisión de
"La Patrona", condenada a más de 90 años, evidencian un
ineficiente sistema carcelario. Lo lamentable y
censurable a las autoridades encargadas es que los hechos ocurrieron de forma visible, sin disimulos. Eso es inaudito, intolerable, requiere de
medidas contundentes
y actuar
inmediata
y penalmente contra los
responsables.
Ningún
gobierno de
este país, en la era democrática, ha querido ordenar el tema de
prisiones. Algunos detenidos salían alegremente por la puerta,
celebraban fiestas, iban al spa, paseaban por
la Antigua o cometían fechorías y regresaban -o no- a sus celdas cuando les venían en gana. El botón de muestra es el de los cuatro
mareros que las “autoridades descubrieron"
hace
unos días que
no estaban donde debían, cuando otros hummies decidieron abrir la puerta a
la policía y permitirles el paso para que
entrara a contarlos porque ellos tenían la llave y el candado. Un año y
medio después de llegar al poder, el gobierno no controla
las cárceles del país.
El debate técnico, político y social sigue estancado en temas como la
reinserción, los derechos, las condiciones de
vida, etc. En una palabra: en la forma. El fondo es muy simple y de fácil
implementación: hay que hacer valer la ley por la fuerza
si no se puede por la razón. Horario, normas y comportamientos que se imponen a como de
lugar, sin titubeos ni tolerancia. Además, los jueces no deben, en
absoluto, determinar en qué prisión se interna el condenado, eso debe ser responsabilidad exclusiva del sistema penitenciario.
La crítica y
hasta el escándalo que provocará en algunos la anterior afirmación, contrasta con las condiciones a las que está
sometido el Chapo Guzmán en
un centro de detención en New York. Encerrado 23 horas al día en una habitación, con salida a un solitario pasillo la hora restante y sin contacto
con otra persona, además de no ver la luz solar. No he escuchado alzar la voz a integrantes de esos organismos preocupados
por derechos y reinserción de los detenidos, rasgarse las
vestiduras ni quejarse del trato.
Aquí, por el contrario, seguimos
divagando sobre qué hacer para que todo sea -o parezca-
políticamente correcto mientras los detenidos campan a sus anchas y salen
alegremente de prisión.
Hay que
sentarse -¡pero ya!- y hacer un censo de quienes están encarcelados.
Entre los
preventivos, es necesario mandar a casa a la mayoría en espera del juicio e implementar
un proceso que termine con el hacinamiento en los centros que hace inviable adoptar cualquier solución
medianamente
decente. Eleven las fianzas, establezcan controles más estrictos o refuercen las medidas,
pero por el bien de todos es
de urgencia nacional arreglar esa situación por el valor
que merece la justicia y el respeto al Estado de Derecho que
deseamos.
La
responsabilidad es política, y si vemos el sistema penitenciario como un eslabón
-muchas veces el último- de la cadena de justicia, es preciso advertir que hay que reforzarlo porque
de lo contrario la credibilidad en las condenas se pierde cuando ocurren casos -no
digamos si son simultáneos- como los arriba relatados.
A las 48 horas de asumir
el cargo, el nuevo director interino renunció ¿Estamos
o no en crisis?
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