No vale con reconocer el error o
pedir perdón, los diputados deben dimitir
Los acontecimientos recién pasados me recordaron que la libertad está
permanentemente amenazada y pueden haber
cosas peores que aquel infame “jueves negro”, aunque igual de ultrajantes. Hacía
tiempo que no sentía tanto resquemor, vergüenza,
rechazo y asco.
El
Congreso no autorizó el
levantamiento del antejuicio al Presidente, a pesar de que la comisión
indagatoria dejó claro que la investigación del MP no es espuria.
Al día siguiente, se confirmó que el Presidente
recibía un cheque mensual adicional a su salario -el más alto de
América Latina- por valor de Q50,000. El pagador era
el Ministerio de la Defensa Nacional, pero el inmoral receptor era el señor Morales. A pesar de que diferentes normas
legales impiden percibir
dos emolumentos del Estado, el Presidente
permitió que un subordinado -Ministro de la Defensa-
le recetara esa grotesca
cantidad en un país con indicadores económicos y
sociales que dan pena, además de gente que muere de hambre, asesinada o a causa de enfermedades. El no levantamiento del fuero
presidencial fue acogido por ciertos grupos
con alegría inusual. Sentían un triunfo por el pleito contra Iván Velásquez y el MP. Esas ruidosas
voces -moduladas por la emoción- fueron silenciándose cuando se comprobó el
grosero sobresueldo presidencial.
Aun no
había pasado la indignación por esas burlescas acciones, cuando los diputados, después de conmemorar solemnemente la independencia, se
encerraron en otra sesión para aprobar de urgencia nacional la reducción de penas para delitos de hasta 10 años y eximir a los secretarios generales
del delito de financiamiento electoral ilícito, librando al propio Presidente y a los diputados Orlando
Blando y Roberto Villate ¡Más desfachatez, vileza y
protección a la delincuencia
es difícil concentrarla en tan poco tiempo! Por presión ciudadana, al día siguiente dejaron sin efecto lo aprobado y algunos pidieron
disculpas “por el error”. La actuación fue tan grave que aunque se les perdone, hay que
exigirles que dimitan de
sus curules.
Quienes asustaban con que la izquierda nos llevaría a la Venezuela chavista, han resultado
ser los conductores del autobús, como allí ocurrió con otro chófer. Lo que está ocurriendo en el país es un intento de golpe de estado
técnico en que el poder legislativo, liderado por
diputados huidos, procesados,
pendientes de antejuicios, temerosos o cómplices, intentan anular el poder judicial y coopta el ejecutivo,
protegiendo a un presidente acusado de financiamiento electoral ilícito y quizá de cobro de doble remuneración, amén de manifiesta
inacción política. Quienes se dicen protectores
resultaron ser los
ejecutores del golpe y eso recuerda aquel video de
Chávez en el que manifestaba que se sometería a elecciones
libres y que jamás tornaría hacia el socialismo. Hoy Venezuela es una dictadura.
La
impunidad es la bandera de esos grupos; el delito su forma de actuar y la exculpación posterior el
remedio a esos despropósitos.
Esto no es un tema de ideologías, más bien una apuesta por la decencia, la
ética y principios básicos y la solución pasa por un activismo ciudadano racional, sensato y no violento. Desde la sombra seguirán queriendo llevarnos al
abismo más profundo, confundiendo, canibalizando organizaciones y liderando violentamente posturas y propuestas.
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En el mes
patrio, sea patriota y deje el patrioterismo para esos golpistas identificados
o pierda el país de nuevo y laméntese otros dos
siglos. La solución mágica que muchos piden no existe. Quizá, una mesa de diálogo
para establecer la correspondiente hoja de ruta sea
lo más sensato antes de actuar con pasión y olvidar la razón ¡Advertidos de lo que son capaces!
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