Atraer inversiones pasa por generar
espacio de seguridad y certeza, y un clima de tranquilidad
La heterogénea composición del
Ejecutivo -ministros dimitidos, unos fieles al presidente y otros a saber a quien- la diversidad del
Legislativo -diputados huidos de la justicia, algunos honestos y muchos más
procesados- y la tardanza del Judicial -partitura legal con más largos que adagios- son los pilares que soportarán otra
vez el embate del año nuevo.
Dicen que la elección del nuevo fiscal general es el tema más
importante de 2018. Sin contravenir lo anterior, creo que hay otros de mayor
trascendencia que nos mantienen en esa reflexión permanente sobre lo “urgente” y lo “importante”, algo que aflora en
momentos en que convergen situaciones
complejas como ocurre a menudo. El año próximo será de
elecciones y sin una ley electoral
y de partidos políticos que flexibilice el sistema
actual, permita la votación directa de
representantes y rompa el
monopolio de partidos políticos, otra ley de contrataciones del estado que haga viable y agilice el gasto público
eficiente y una tercera de servicio civil que termine
de una vez con el favoritismo y pago político a amigos
y familiares, es muy difícil definir un horizonte
medianamente decoroso.
Las previsiones sobre crecimiento económico terminan a la baja
al final de cada año y no
permiten despegar siquiera mínimamente porque,
además, son absorbidas por el alto crecimiento demográfico. El 6% anual de incremento del PIB
-contemplado en los Acuerdos de Paz como el mínimo
necesario- nunca se ha logrado y el desarrollo está estancado. Las empresas siguen
produciendo e incluso en
algunos sectores ha habido crecimiento, pero es
insuficiente y está sometido a vientos impredecibles.
Muchos
son los factores que afectan al estancamiento y es preciso desatorar el congestionamiento
si no queremos caer en algo peor que el
subdesarrollo: la rebelión y el desorden, producto del descontento social y la incapacidad de dar
respuesta a problemas perfectamente definidos. No es posible continuar con
grupos delincuenciales como CODECA que colapsan el país, hurtan fluidos -forma elegante de denominar al robo- o accionan con presión, amenazas y
fuerza. Tampoco es de recibo la tardanza judicial que impide aclarar
situaciones y casos que deberían resolverse más ágilmente para avanzar o cambiar el rumbo,
según proceda, tanto en el ámbito penal como administrativo,
fiscal y civil. No se puede
seguir con pasividad sin definir un rumbo político que defina los objetivos a alcanzar y promueva y proyecte seguridad para atraer
inversiones, muchos menos con un Congreso capaz de tomar decisiones de un
día para otro -con total impunidad y descaro- que benefician a colectivos o personas señalados por la justicia. No hablemos de la reticencia de algunos a mejorar la
formación magisterial y elevar el capital humano tan
cualitativamente escaso. Imposible que maestros-bachilleres puedan generar ese cambio -no
ocurre en ningún lugar del mundo- y la experiencia debería ser suficiente para
promover inmediata y contundentemente la reforma. Finalmente, las arcas públicas no pueden seguir soportando el desfalco sistemático de depredadores que hacen piñatas, consentidos por políticos
mediocres mientras aúpan a chantajistas profesionales refugiados en el sindicalismo.
Atraer inversiones pasa por generar espacio de
seguridad y certeza, y un clima de tranquilidad del que carecemos. Este año 2018 es la
oportunidad antes de entrar en otro torbellino electoral que nos lleve a lo
mismo de siempre. No hacerlo deja sin sentido todo el
esfuerzo iniciado en 2015. Eso parece ser lo importante y lo que debe absorber la mayor parte de energía del ciudadano responsable, especialmente cuando se es joven y no se acepta un deficiente legado sociopolítico.
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