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Se
entiende finalmente la razón de su actuar paranoico y del de quienes lo apoyan
Rodeado por el Alto Mando del
Ejército del que forma parte
-y que protege a un general acusado de graves delitos-; en el contexto del homenaje al
soldado caído y en un
centro militar -dónde no queda de otra que escucharlo porque nadie puede
salir de filas-, el Presidente Morales volvió a la carga -y no de Caballería- contra el ignominioso sistema que lo
presiona, persigue y aturde.
Las arrebatadas declaraciones, aderezadas con una innecesaria y tragicómica victimización, se produjeron después de que CICIG/MP desvelaran un caso de
financiamiento electoral ilícito a favor del partido que lo llevó al poder. Unos empresarios aceptaron haber entregado dinero para el
pago de fiscales de mesa, el
MP evidenció los hechos y el
Presidente -exsecretario
general del FCN- con una patética autodefensa, culpa a “Raimundo y medio mundo” de ser
perseguido junto con su
esposa e hijos y haber sufrido un allanamiento ilegal hace casi dos años, del
que, ¡oh maravilla!, guardó silencio hasta ahora.
Como
mostró la comparecencia del
MP, Morales quería presentarse como alguien impoluto, problema de identidad por el que
atraviesa. Deseaba que el lema de campaña: “ni corrupto ni ladrón”, siguiera siendo eslogan de gobierno, sin embargo, como suele ocurrir en
los sistemas presidencialistas, al ser designado Presidente sin posibilidad de
reelección, dejó de tener valor para el partido que decidió gobernar desde el
Congreso y buscar un liderazgo de recambio para los próximos comicios. Se
desentendieron de don Jimmy y el diputado Ovalle -prófugo
en búsqueda- decidió, junto con otros diputados tramposo -ahora incluidos en el
nuevo comité ejecutivo nacional- mangonear el país a su antojo y capricho. El Presidente fue rodeado por una rosca militarizada cercana al narcotráfico y al crimen organizado, y aceptó sumisa y mansamente la
agenda que le hicieron.
El cambio de destino de cerca de 200 militares -inédito en
la historia castrense-, el
plante insolente del general Padilla, los dos
coroneles capturados -uno por narcotráfico y otro por
lavarle dinero a las maras- y la defensa de oficio que del gobierno hace un círculo extremista, perverso y organizado -dentro y fuera de Zavala- aclara
quienes están detrás del golpe técnico que no termina, afortunadamente, de
cuajar, a pesar de haberse
sumado el alcalde capitalino, su hijo -presidente del Congreso- y otros sectores acosados por un sistema judicial que investiga corrupción, lavado de dinero, abuso de autoridad y hasta
complicidad en asesinato. Un panorama nada halagüeño que
detona toda esta kafkiana situación.
El Presidente ha tenido la oportunidad de reconducir
su actuar hacia temas trascendentales en varias ocasiones, pero ha optado por
inaugurar obras, entregar pupitres, aburrir a niños de escuela pública, subirse
a tarimas para arengar a grupos que reclaman privilegios legales, pelear contra
el mundo e intentar afanosamente, aunque sin éxito, anular unilateralmente el
Convenio de CICIG, entre otras cuestiones “importantes y trascendentes”. Se
entiende finalmente -como en esas series que tardan en acabar- la razón de su
actuar paranoico y del de quienes lo apoyan: están siendo perseguidos por la
justicia y hay evidencia suficientes para pensar que pueden ser encarcelados
por largo tiempo. De esa cuenta, entre la espada y la pared, en un laberinto y
bajo presión, intenta resolver un dilema cuyas opciones siempre son malas, así
que optó por respaldarse con quienes obedecen y “no deliberan”, salvo cuando
les conviene.
No se si es momento de repetir 2015, pero en
todo caso me parece que no está muy lejos. Por cierto, en aquel entonces no
salió tan mal, por si el buen recuerdo de la experiencia alienta a repetirlo.
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