Los seis
seleccionados cuentan con honorabilidad y alta puntuación evaluada objetivamente
La lista con los seis candidatos a
ocupar el puesto de fiscal general está completada. La comisión de postulación finalizó sus deliberaciones e incluyó a cuatro mujeres y dos hombres de
entre quienes el Presidente deberá elegir a uno.
Lo que
más me llamó la atención fue la pulcritud del proceso, la
precisión -aunque pueda ser cuestionada- de la tabla de gradación y la discusión sobre cada aspirante. Me chocó cómo
durante el segundo día de calificaciones se produjeron rechazos porque ciertos aspirantes no fueron incluidos por no alcanzar los 60 puntos que
la comisión había establecido como límite inferior para integrar el grupo final, debatir sobre la
honorabilidad y elegir a
los que conformarían la nómina definitiva. Una
especie de militancia activa que pedía explicaciones y cuestionaba la tabla de puntuación
y hasta el proceso, vaticinando que las cosas no saldrían bien. Se obvió
que únicamente se habían puntuado -al momento- méritos y no ética, y se
generó en redes sociales una
corriente comparativa de candidatos -a sabiendas, como reza el dicho, de que son odiosas- que
promovió falacias con clara intención
de cuestionar el trabajo de la comisión. Lo que se evidenció fue que, en
el fondo, sigue importando quien será el próximo fiscal no tanto por las calidades que reúna
sino por quien sea y la afinidad que tenga con grupos ideológicos, sociales o
de otro tipo. Algunos siguen supeditando la objetividad necesaria con la subjetividad precisa, en un esfuerzo por justificar lo injustificable y adaptarlo al momento y a la situación política y de crispación que vivimos. Nada muy lejos de aquella discusión de 2014 en que la
aspirante Paz y Paz tenía que salir “si o si” y el
análisis y la discusión servían solamente para promoverlo. La experiencia demostró, sin embargo, que con el
nombramiento por el Presidente Pérez Molina de la candidata mejor puntuada -Thelma Aldana- el MP ha
escalado el nivel más alto
de popularidad, discusión, procesamientos y rechazo de la era democrática.
Los seis escogidos cuentan
con alta puntuación evaluada
objetivamente y la discusión sobre la
honorabilidad satisfizo el
criterio de quienes esperaban que no fuera incluido nadie con tachas. Señalar a la postuladora de no
haber hecho su trabajo con dedicación, debate y trasparencia no sería justo. Que no guste el
sistema o que en pasadas ocasiones estuviera
cooptado, es un hecho del que
no podemos escapar, pero no lo es menos que en esta ocasión el trabajo ha sido de alta calidad.
Es preciso ahora y no en 2022, debatir si hay que hacer una norma para que
quede definida la lista de méritos a calificar y se conozca con anticipación -no un semana antes de entregar expedientes- al
igual que los decanos sean personas honorables y no nombrados para el
fin inmediato de la comisión de postulación. Es deber
de todos conformar un sistema previsible, honesto y capaz de alcanzar el fin que se persigue: lograr instituciones eficientes y personas
comprometidas con ellas que tengan el mejor perfil posible.
Para
quienes pensaban que no habíamos avanzado, todo esto es un éxito y lo que ahora queda es que el Presidente
elija entre ellos. Por cierto, el sorteo entre los
seleccionados que han superado
todos los filtros sería lo más idóneo y justo o que directamente quede el de mayor puntuación, reformas que se puede incluir en el futuro ¿Por qué esperar a que un cargo político tenga finalmente que tomar una
decisión entre capaces? El sistema actual puede
generar peligrosos vínculos
y compromisos, otra cuestión a erradicar.
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