Quizá, el problema en el
análisis es que nos miramos el ombligo sin escudriñar en el entorno de la época
El título de la columna fue la pregunta de unos de los asistentes al
foro, realizado en la librería Sophos, sobre el nuevo libro de Vargas Llosa
titulado “Tiempos recios”. No tengo claro que un escritor pretenda, dar consejos
en historias noveladas, especialmente sobre un tema tan polémico y debatido
como fue el periodo 1944-1954 en Guatemala. De hecho, los 32 capítulos de libro
podrían haber pasado desapercibidos si no incluyera dos apartados -uno al
inicio y el otro al final de la novela- titulados: “Antes” y “Después”. En
ellos se planean dos hipótesis que sustentan la discusión de la obra. La
primera, cómo personajes asociados a la United
Fruit Company lograron convencer a la administración norteamericana, y a
todos los medios de comunicación, de que había una amenaza comunista en el país,
y la hicieron reaccionar apoyando la invasión en 1954, algo que no se demuestra
pero que conduce la discusión de la novela en una determinada dirección. La
segunda, contenida en el “Después”, sostiene que lo ocurrido determinó el ritmo
de los sucesos posteriores incluida la revolución cubana y su incidencia en el
continente.
Quizá, el problema en el análisis es que, como en otras cosas, nos miramos
el ombligo sin escudriñar en el entorno de la época. En 1945, cuando Arévalo
llegó al poder, dos presidentes norteamericanos (Roosevelt y Truman) acababan
de participar con Stalin en las conferencias de Yalta y Postdam y repartido la Europa
del final de la segunda guerra mundial. La revolución rusa era una opción
política en aquel momento porque demostró que se podía acabar con absolutismos monárquicos
e instaurar un régimen político alejado de fascismos, nazismos y otras formas
de dictaduras del momento, aunque más tarde se convirtiera en una de ellas. En
otros palabras: el rechazo actual al comunismo -conocidos sus efectos- no
existía patentemente en aquel entonces. Los USA y la Unión Soviética eran
aliados y algunos autores afirman que Roosevelt admiraba a Stalin.
El regreso de los republicanos al poder con Eisenhower y el asalto al
cuartel de la Moncada por Fidel Castro en Cuba -1953-, además de la guerra de
Corea, pudieron cambiar la forma de ver los asuntos internacionales, y lo permitido
años atrás por los norteamericanos, cambió drásticamente y alentó la invasión
de 1954. Dicho lo anterior, de lo que poco o nada -a mi entender- se debate, y creo
necesario porque el contexto puede explicar o aclarar ciertas cuestiones, sigo
sin saber si Vargas Llosa quería decirnos algo con este libro, que fue la
pregunta de Danilo en el evento.
El premio Nobel presenta su obra en un momento en el que hay una
“particular” administración USA instigadora de la política internacional, pero
también una dinámica guatemalteca que sustenta, como ha sido habitual, el
mercantilismo como opción política, los favoritismos, la doble moral, la
polarización, el relativismo en valores, la corrupción, los bajos indicadores
de desarrollo, los gobiernos que “pasan sin pena ni gloria”, el conservadurismo
más extremo y el papel de cierta facción militar insertada en un club de
corruptos asociados con el narcotráfico y el crimen organizado. Es decir, la
situación de 1944 y la de 2019 podrían tener un paralelismo en el que el tiempo
únicamente ha hecho mella en el cambio de las formas, pero mantiene idéntico nivel
de crispación.
¿Será ese el mensaje de Vargas Llosa? Lo desconozco, pero al menos me
ha hecho pensar sobre todo lo dicho y especialmente sobre lo poco que hemos cambiado,
y eso que ahora contamos con la experiencia y la ventaja de conocer los
resultados históricos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario