Tenemos lo que hemos permitido: un sistema inútil, depredado, cooptado por sindicalistas perpetuos y manipulado por el poder político
La pandemia ha hecho que nos preocupemos de lo urgente -las vacunas- y desplacemos lo importante. En todo caso, y como descargo, sin pandemia tampoco nos hubiésemos preocupado por lo estratégico porque somos un país de coyuntura, del día a día, del momento, y pensar más allá de unos pocos meses nos da pereza o sencillamente no estamos acostumbrados.
En pocos años la pandemia estará superada o habrá medidas de control suficientes para poder seguir viviendo con ella. Lo que será imposible recuperar es el tiempo perdido ya que decenas de miles de niños no pudieron educarse por falta de un sistema educativo público eficaz. El año pasado fue absolutamente inútil y se finalizó el curso escolar sin haber alcanzado un mínimo y suficiente porcentaje de resultados. Este año está siendo aún peor.
El sistema de educación estatal estaba absolutamente desmantelado -igual que el de salud- y el COVID-19 vino a mostrar la cruda realidad. Se cerraron las escuelas desde el primer día, sin alternativa posible, como si tuvieron muchos centros privados. La conectividad no existe, al igual que tampoco los pupitres, el suelo de losa o los techos que no filtren agua, por no hablar de los baños, el patio para el recreo o un mínimo ambiente agradable. Y si, los dos sindicatos históricos más depredadores son salud y educación, por si desea buscar alguna correlación directa con los problemas más impactantes.
Este año, mientras el sistema educativo privado iniciaba después de las fiestas de Reyes, el público decidió no hacerlo hasta finales de febrero, porque no había prisa alguna, y llevaban razón ¿De que servía iniciar el ciclo escolar antes si a estas alturas seguimos sin capacidad para enseñar virtualmente? Las escuelas carecen de tecnología y los maestros tampoco cuentan con el entrenamiento necesario. En pocos años tendremos universitarios de primero básico y el potencial humano para enfrentar inversiones no existirá porque el nivel bajo de ahora se tornará mucho menor.
Tenemos lo que hemos permitido: un sistema inútil, depredado, cooptado por sindicalistas perpetuos y manipulado por el poder político de turno. Acabar con el analfabetismo -al igual que con la desnutrición o la mala salud- no es prioridad de las autoridades, con honrosas excepciones que también las ha habido. Y cuando el sistema de justicia estaba a punto de sacar a uno de los personajes más nefasto de este país: Joviel Acevedo, la UNE, manipulada por Sandra Torres, decidió incorporarlo nuevamente para que pudiera continuar con esas prácticas chantajistas a las que se han acostumbrado unos y otros, y el ciudadano ha consentido. En breve veremos seguramente la contratación de miles de maestros -aupados por el sindicato en connivencia con el ministerio- que quedarán en sus casas mientras nos hablan de “los logros educativos” y se negocia la próxima subida salarial.
Estamos sin salud, sin carreteras, sin seguridad, sin medio ambiente, sin programas sociales…, y sin educación, aunque no hay malas calificaciones o reprobaciones sino más bien aprobados colectivos -por decreto- de inexistentes cursos que no se imparten porque no hay forma humana de hacerlo en esas condiciones. La mala noticia -las anteriores no son todas- es que seguimos enfrascados en la coyuntura, como es habitual, y de esas carencias ni se habla ¿Ha oído usted de alguna iniciativa parlamentaria?, ¡por supuesto que no!, todos necesitan a don Joviel para sus próximas elecciones. Y es que los menores no votan, pero los papás si, a ver si lo entendemos y superamos la tradicional pasividad chapina que nos lleva del barro al fango y de ahí al estercolero.
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