La mejor arma de la dictadura es el
secreto (David Bohr)
Se
consolidó el golpe de estado en Venezuela. El presidente electo no tomó
posesión del cargo ante la Asamblea Nacional ni ante el Tribunal Supremo de
Justicia. Decidieron reglar la transición a puerta cerrada e ilegalmente
ignorar la fecha y el procedimiento del artículo 231 de la constitución bajo el
artificio de la “continuidad”, algo insólito en el mundo y que no crea ruptura
de periodo, lo que pueden usar más adelante para reelegirse. Consolidaron la
transición de una “democracia populista” de socialismo posmoderno al
autoritarismo, engrosando el parque jurásico del comunismo caribeño. Lo peor,
sin embargo, no es el deplorable hecho en sí mismo. El silencio cómplice de la
comunidad internacional, particularmente de la Unión Europea y de los Estados
Unidos, dice mucho. Tan dispuestos que estuvieron en el caso hondureño condenando,
retirando embajadores, convocando ruedas de prensa con presencia del mismo Chávez
acompañado de Raúl Castro -y otros dictadorzuelos- y exigiendo a la OEA que tomará
cartas en el asunto o llevando el tema a la Asamblea de la ONU, en esta ocasión
callan cómplice y cobardemente. También enmudecen ciertos columnistas manipuladores
o comprados. Su silencio, tan poco observado en otras ocasiones, refrenda
precisamente que las violaciones de los derechos y los golpes de estado son
cuestiones únicamente achacables a “la derecha” pero cuando los
“revolucionarios” los llevan a cabo, la aprobación o la permisividad es
unánime. Es la hipocresía de la realpolitik
que demuestra que la Guerra Fría únicamente se calentó un poco, pero sigue
instalada en la mente, en el corazón y en el actuar de los vividores generadores
de conflictos. La justicia que tanto imploran y exigen les importa un carajo.
Las normas únicamente sirven para que las respeten otros y la violencia, aunque
sea de bajo perfil, sigue siendo el modo preferido de actuar, con el
acompañamiento, ¡cómo no!, de ciertos “actores internacionales” que enmierdan el peor espectáculo político de
la era moderna. Difícil avanzar en una sociedad permisiva que se pasea por las
normas vigentes -o lo permite- y las adapta a las circunstancias del momento bajo
el criterio flexible del todopoderoso gobernante, postulado defendido por
revolucionarios, pero también por majaderos nacionales de distinta tendencia
que en ocasiones pierden la oportunidad de mantener un silencio edificante.
Saben,
porque la historia lo demuestra, que si resisten pueden usurpar el poder por
años. El régimen asesino y criminal de los Castro, de al Assad o de los
coreanos del norte lo demuestra. La comunidad internacional es tan hipócrita,
cobarde y permisiva que no levantará un dedo para señalar al violador de la
ley, porque entre ellos hay muchos iguales. Los ciudadanos, para mientras, abandonan
la gestión administrativa en manos de esa calaña política que se aviene a
conservar el poder a toda costa y beneficiar a sus allegados, quienes los votan
y promueven. No he oído al parlamentario Colom que cerró las fronteras durante
la crisis hondureña, a forzaron allá una comisión “de la verdad”, a la
millonaria Kirchner hacer declaraciones como las que lanzó contra los “golpes”
de Honduras y Paraguay, ni otros personajes que recurren a similares
mamarrachadas, cando no babean acudiendo a la no toma de posesión o visitan al
moribundo. Todos, por cierto, comprados con dinero del petróleo venezolano.
Como
dijera un presentado de TV tiempo atrás: lo peor no es que te crean tonto, es
que te lo digan en la cara a diario. Así las cosas, el ciudadano se relaja y
disfruta, ¡total! vaselina hay en todas partes del mundo.
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