Selecciona modo vibrar.
Introdúcelo en el bolsillo ¡Se feliz! y deja vivir un rato
La cultura del celular puede soportar
su primera tesis doctoral. La variedad de modelos disponibles se adapta a los diversos
usuarios. Si no satisfacen plenamente las exigencias, un estuche ad-hoc puede darle ese toque final para
que converja plenamente con su personalidad. El tono del timbre redondeará la
configuración en relación con los gustos de su portador. El celular es algo más
que un documento de identidad: número propio, listado de teléfonos,
direcciones, citas, mensajes y una enorme cantidad de fotos pintorescas, se
conservan en ese adminiculo portátil. Con verlo o escucharlo es posible hacerse
una idea de su propietario. Estuches de colores que denotan viveza, femineidad
o histrionismo, fundas al cinto que marcan épocas pasadas y ancladas al far west, teléfonos escondidos en bolsas
femeninas que cuando finalmente se localizan permiten escuchar únicamente el
correo de voz o los que ponen a prueba permanentemente la pericia del usuario
haciendo milagroso encontrar el botón de repuesta, entre otros. Los sonidos sorprenden
por su grado pintoresco. Tradicional, basado en música clásica, gritos espeluznantes
que hacen reír y mostrar los dientes a su dueño sin que perciba el grado de cholerez que proyecta, risas sórdidas
sin gracias o trozos de tex-mex
recortados a gusto de quien tiene tiempo para sintetizar tales producciones
musicales, amén de otras originalidades que desequilibran a cualquier
compositor decimonónico.
No es mi problema como portan el
celular, de la manera que lo enfundan ni el sonido que emite, por muy repelente
que pueda ser cualquiera de las tres cosas o más de una a la vez. Menos la
obsesión por enviar mensajes o responder en redes. No soporto, sin embargo, a
quienes creen tener el derecho de perturbar a los demás con conversaciones
banales. No entiendo -quizá me falte un cursito de neurofisiología del
comportamiento- a aquellos que hablan a voces transportándose en tren, bus o en
rústico elevador, "democratizando" sus conversaciones cuando a la
mayoría le importa un soberano carajo la hora en qué se levantó, donde se enmoteló (con quien sería más
interesante) o lo que piensa decirle al desconocido fulano cuando lo vea.
Proclaman a los cuatro vientos sus intimidades sin percibir que quienes les rodean
están en otro rollo o son despertados de su letargo por conversaciones que
jamás grabarían ni Obama ni el servicio secreto británico, ahora que sabemos
que lo escuchan todo. Quizá sea ese carácter banal el que los lleva a pregonar
aquello que carece del más mínimo interés colectivo. Variante de esos
parlanchines son los usuarios del manos libres. Suerte de zombis que parecen
hablar con fantasmas y que si cruzas una rápida mirada con ellos terminas
preguntándoles si es a ti a quien se dirigen, aunque tengan la vista perdía en
el espacio entre otras ondas: las electromagnéticas.
Comportamientos que desnudan al individuo y lo sitúan entre quienes hablan demasiado, escuchan poco o pretenden decirlo todo en apenas un centenar de caracteres permitidos en algunas redes sociales. No vendría mal desconectarte y prestar atención a cosas más importantes, aunque no tan urgentes como las anunciadas con vibrantes ruidos, vulgar música o timbres varios. Mientras, colocar el celular en vibrador e introducirlo en el bolsillo del pantalón -cerca de donde debería estar en más de una ocasión cuando indebidamente suena- puede suponer un particular placer mientras vibra, especialmente cuando se tienen dos de esos aparatos y los ponemos uno a cada lado. Sonreiremos frecuentemente y quienes nos observen se preguntarán: ¿por qué tan feliz sino tiene celular?
Comportamientos que desnudan al individuo y lo sitúan entre quienes hablan demasiado, escuchan poco o pretenden decirlo todo en apenas un centenar de caracteres permitidos en algunas redes sociales. No vendría mal desconectarte y prestar atención a cosas más importantes, aunque no tan urgentes como las anunciadas con vibrantes ruidos, vulgar música o timbres varios. Mientras, colocar el celular en vibrador e introducirlo en el bolsillo del pantalón -cerca de donde debería estar en más de una ocasión cuando indebidamente suena- puede suponer un particular placer mientras vibra, especialmente cuando se tienen dos de esos aparatos y los ponemos uno a cada lado. Sonreiremos frecuentemente y quienes nos observen se preguntarán: ¿por qué tan feliz sino tiene celular?
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