“El
mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas”
La semana pasada estuvo abonada de progres que
levantaron sus voces, y sus plumas, contra el Ejército. Nada original, obedece
a una costumbre universal tropicalizada ¡La verdad es que me alegra que se haya
retomado la discusión!, no por mis orígenes orgullosamente “chafas”, sino porque
permite reflexionar sobre la institución armada y la tirria de los progres
hacia ella.
Algunos conflictos han sido, históricamente, “culpa”
de los ejércitos, pero en igual proporción, al menos, han sido los que han
evitado. Desde que Clausewitz sentenciara que “la guerra es la continuación de
la política por otros medios”, parece oportuno dejar de concentrarse en los
uniformados y prestar más atención a abogados, ingenieros, doctores y otros
profesionales que dirigen la política y promueven, en sintonía con el prusiano,
los conflictos.
Ignoran los progres que hay militares guatemaltecos
en Haití y en el Congo (ocho fueron asesinados) que realizan su trabajo con
orgullo y pasión, algo no reconocido públicamente, por cierto. Olvidan los
progres que hay soldados patrullando diariamente para mejorar la seguridad, lo
mismo que hacen los “chafas” en París o en Roma (¡sociedades militarizadas por
excelencia!), a pesar de que ciertas ONG,s europeas o insignes diplomáticos exigen
sacarlos de las calles guatemaltecas, aunque eluden tan enfática retórica en
sus países, en donde los aplauden por garantizarles la seguridad contra el
terrorismo del EI. Omiten interesadamente la puntual ayuda y colaboración militar
en todas las catástrofes que se producen en el país. Parecen desconocer que fue
un general -también pendiente de reconocimiento- quien hizo posible la actual
constitución que garantiza a los progres la libertad para despotricar de una
institución que apoyó admirablemente el proceso de transición. Pasan por alto que
el sistema democrático que dicen defender sustenta, con “inexplicables” estadísticas,
cómo la mayoría de ciudadanos guatemaltecos apoyan y creen en la institución
armada, aunque los progres despotriquen ruidosamente contra ella, lo que no les
concede más razón.
Ningún colectivo, tampoco el Ejército, está exento
de contrariedades o de integrantes que lo deshonren. El ejemplo más reciente es
el expresidente Pérez Molina juzgado por delitos que arrojan el honor por la
borda. Sin embargo, no es correcto, justo ni razonable, mancillar sistemáticamente
instituciones porque algunos de sus integrantes no respondan a los valores esperados
de ellos. De ser así, habría que ver en qué colegios estudiaron los políticos
juzgados -o los reos- por qué universidades pasaron o cuáles son sus
profesiones. Quizá con ese estudio comparativo se evidenciaría el atrevimiento,
la estupidez o el interés oculto de quienes juzgan el todo por la parte.
Curioso que cuando los progres toman el poder se militarizan
y nombran “Comandantes”, como el violador Ortega, el difunto golpista Chávez,
el dictador Castro o más domésticos, como los integrantes de la guerrilla
guatemalteca. De esos “chafarotes” no oigo comentarios, quizá porque son émulos
que no dan la talla. Estoy convencido de que a los progres les gustan las
marchas, la corneta y el tambor, pero quieren tocarlos ellos solos y les jode
sobremanera que otros lo hagan ¡Me da que ahí radica la frustración no superada!
Quejumbrosos del desfile militar, los veremos seguramente
marchar por las calles el 15SEP o el 1MAY (¡por la lucha social!) compartiendo procesión
con los sindicalistas extorsionadores habituales. Del día feriado, sin embargo,
seguro que no reniegan ¡Cosas de progres y sus eternos traumas!
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