“El verdadero odio es el desinterés, y el asesinato perfecto es el
olvido”
La justificación de que una reyerta carcelaria
termine con la vida de varios internos y nadie sepa nada, la alimenta el destituido
director del sistema penitenciario que declaró el pasado febrero: “vamos a tener los primeros resultados en
menos de los cien días”; admitió no haber podido pasar lista en un centro
de detención; al hacerlo descubrió que faltaban presos; ciertos reos son jefes
de galería o bloque y requisas revelan que en las prisiones entra cualquier
cosa. Endilgarle inmediatamente el crimen a El Taquero, además de una
irresponsabilidad ministerial, fue un sospechoso señalamiento que pone en
peligro la vida de aquel.
Las cárceles del país -como todas- tienen sectores
repartidos entre presos o bandas. Espacios estancos en los que nadie interfiere
porque el precio a pagar es muy alto y en los que cada cual mantiene el control.
Una suerte de dominio consentido que sostiene el equilibrio inestable existente.
Si analiza información pública -dispersa en papel y
en la web- observará que el MP cursó orden de detención contra ciertas personas entre las que había
alguien investigado -algunos- por el país del norte. Cuando aquello ocurrió, la
preocupación y la decepción de ciertas agencias USA -también la solicitud de
información sobre qué estaba pasando- fueron inmediatas porque acababan de
echar por tierra procesos que allí se llevaban, tiempo de investigación y
cargos documentados, por inesperadas detenciones aquí.
Los arrestos generaron desencanto con el proceder de
la “justicia nacional” que, aunque actuaba correctamente y de buena fe, evadía
la dirección norteamericana en material de narcopersecusión
¿Qué había pasado? De eso a que la Fiscal General se perdiera por un tiempo y
se calmara el oleaje CICIG/MP apenas transcurrieron unos días. Procedía un
llamado al orden, aclarar las cosas y reconducir el tema. Simultáneamente, un
medio escrito nacional desviaba interesadamente la atención.
Pareciera ser que el señor Lima colaboraba (o tenía
intención de hacerlo) con alguna de esas agencias, quizá de ahí el inexplicable
e inmediato rumor del “periodista extranjero” asesinado y cómo algún forastero
se dio por aludido. Tenía (o decía tener) información -videos/audios- que
significaba la condena decisiva de alguien -o algunos- por asuntos relacionados
con tumbes a narcotraficantes en el pasado reciente. Quizá una baza de Lima
para salir de un recinto en el que, según muchos, no debería haber estado nunca
porque no cometió el delito que se le imputó. Su testimonio podría ser clave
para condenar a varios y evidenciarlos ante poderosos carteles mexicanos que
seguramente querrían, en algún momento, cobrarse el adeudo. Desaparecido Lima,
creyó, quienes así lo planificaron, que se perdía la evidencia condenatoria y
se generaba un clima “más propicio” para sobrevivir dentro del sistema
carcelario nacional. Se generó una crisis que exacerbó los ánimos de seguidores
de Lima, puso en jaque al gobierno y promovió las distractoras y prefabricadas ideas
de una reyerta o un crimen de estado. La carrera ahora es qué será primero: el
asesinato de El Taquero -y caso cerrado-, la investigación y resolución por CICIG/MP
sin presión interesada o el olvido de los hechos ¿Cómo suena Rosenberg!
Usted que vive el tráfico y sufre la ola de
criminalidad, igual se conforma con la versión oficial de la trifulca. Yo que leo
más ficción, gusto elucubrar y no soy amigo de las “conspiraciones”, porque lo
simple me convence más, en esta ocasión las creo.
Con Lima asesinado casi “todos” ganan. Algunos más
que otros, aunque los del Norte todo lo saben.
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